Por qué el método Waldorf puede ser la mejor opción para tus hijos (y para un mundo mejor)

Siempre confías en los mejores para las cosas más importantes, estamos seguros. Si necesitas un médico porque no te sientes del todo bien, y si te dan a elegir, optas por el que tiene una mejor formación y el que te han dicho que consigue un resultado excelente, ¿verdad? En cualquier elección te dejas guiar por aquellos que más saben y porque confías en ellos.

Pues con la educación de tus pequeños pasa lo mismo. Imagínate un jardín. No vale con plantarlo, regarlo de vez en cuando y mirar a ver cómo crece. No es así: requiere de una dedicación y de un mimo constantes. Al principio tienes que ser muy cuidadosa o cuidadoso, escoger bien cada semilla, ser consciente de que cada pequeña porción de tierra dará sus frutos, elegir bien las mejores herramientas… Cuidar cada detalle para que las plantas nazcan robustas y brillen como queremos cuando sean grandes.

Con la educación ocurre parecido. Tienes que dar con las mejores herramientas, optar por las técnicas y cuidados que, en último término, van a culminar con mujeres y hombres del futuro preparados y preparadas para contribuir a formar una sociedad más justa e igualitaria.

Pero todo empieza desde el primer momento. Y la elección de un colegio es muy importantes.

Los primeros años de la formación son cruciales: no para que en el futuro sea la mejor abogada o porque vaya a conseguir el mejor de los puestos de trabajo. Pero sí para que el niño o la niña vaya desarrollando un pensamiento crítico, vaya descubriendo por sí mismo su lugar en el mundo, vaya aprendiendo lo que es justo y tenga las herramientas necesarias para hacer del planeta un lugar más agradable.

Y para ello la pedagogía Waldorf puede ser una de las mejores opciones. En ella, los primeros años son como una extensión de su hogar natural, acogedor y en el que ve a través de estímulos que el entorno que le rodea será el lugar en el que de comienzo su autorrealización, su desarrollo personal.

Después, de los siete a los 14 años, el niño o la niña comienza a experimentar e interactuar con ese mundo que le rodea y aprende los hábitos y principios que irá desarrollando hasta alcanzar la madurez. Siempre sin prisas, sin acelerar las cosas: cada cosa a su tiempo, respetando los ritmos de desarrollo de cada alumno. Porque queremos personas, no individuos cortados por un mismo patrón.

Y todo ello, también, permitiendo que encuentren su lugar en el mundo —experimentando a través del juego libre, una tarea tan enriquecedora y bella como fértil y eficaz para su desarrollo— estimulando su creatividad y sensibilidad —con música, ritmo y danza y actividades manuales como recetas de cocina, tejiendo…— y ampliando su espíritu crítico —consiguiendo que comprendan lo que pasa en su entorno tras experimentarlo por ellos mismos y a través de valores como el respeto al medioambiente o la convivencia con todo tipo de niñas y niños—.

Se trata de que ellos mismos hagan, piensen, construyan. Con la mirada puesta en un futuro mejor, algo que es compromiso de todos.

También lo es, de forma decidida, un compromiso de las más de 1.000 escuelas Waldorf repartidas por el mundo. Como El Puente Azul: homologada y con profesores con las titulaciones requeridas por las instancias educativas y formación adicional en un método que apuesta por el futuro aunque cumpla ya cien años.

De manos como las nuestras depende el futuro de generaciones como la de tus hijas e hijos. Construyamos juntos un lugar mejor.

Conócenos y descubrirás cómo.

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